Jamás
pensé que la decadencia más absoluta pudiese albergar tanta belleza. En mi
cerebro estos conceptos pertenecían a campos cromáticos diametralmente opuestos
pero, tras ‘La gran belleza’, veo como pueden llegar a encajar perfectamente
bajo determinadas circunstancias. La decadencia que encontramos en esta
película es exuberante y preciosa porque el narrador (el mismo protagonista) habla
desde ella, reconociéndola y haciéndola suya. No se esconde de su hastío, de su
aburrimiento, de su falta de talento para crear una nueva novela.
La película da comienzo con la fiesta del 65
cumpleaños de Jep Gambardella, un periodista que escribió una novela excelente
hace muchos años; gracias a ella todavía es un personaje reconocido y respetado
en la Roma más exclusiva. Aun así, su rutina consiste en acudir a fiestas
descontroladas noche tras noche y levantarse tarde para realizar alguna que
otra entrevista. A lo largo de la película, le seguiremos para que nos muestre
el lado más sórdido de la Roma elitista desde una normalización que sorprende.
Los personajes irán hilando la historia sin saberlo interfiriendo en su vida (o
viceversa). Por otro lado, Jep Gambardella, se irá deteniendo en momentos que
abruman por su belleza, tanto del momento que vive como de su memoria.
En esta ocasión las palabras no alcanzan. Les
prometo que no alcanzan aunque si sirven de motivación para ver la película,
habrán merecido la pena ya que, según la periodista Txell Canela, “La gran
belleza es LA GRAN BELLEZA.”
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