jueves, 2 de abril de 2015

Loreak (Flores) 2014

Me enamoré de un ramo de flores que llegaba puntual, cada jueves a las 6.30 de la tarde. Me enamoré porque me recordaban que yo era alguien para alguien, que existía más allá de las miradas anónimas. Me enamoré, de paso, de un muerto inventado al que quise más que a cualquier vivo y lo hice, sin restricciones, porque lo necesitaba para seguir viviendo. 
Y en aquella curva, en la que mi amado y mis amadas descansaban, visité mis ilusiones, también, una vez por semana, para no olvidarme de que una vez fui alguien para alguien. Y así pasaron los meses, iluminada tan sólo por una cerilla minúscula que me indicaba el camino: el aroma de las flores frescas. 
No dejé de andar pero la realidad se cruzó en mi camino para dejarme las cosas claras: las flores no me iban a salvar, no son globos de helio con los que despegar los pies de la tierra para siempre. No podía seguir encerrada en esas cuatro paredes, la mente no es suficiente.
Mientras tanto, ella, también triste, me buscaba para saber si su amado coincidía con el mío. Pensé que sí, pensé que no. Hacia dentro existía a veces, bajo la lluvia se diluía con facilidad. Y los años me vivieron y la crueldad se evaporó poco a poco en locura, la tristeza en serenidad y su desconcierto, en paz.



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