miércoles, 15 de abril de 2015

Las buenas intenciones de Amity Gaige

Las mentiras son un lastre. Un acto que nos puede condenar al ostracismo eterno. Son motivo de ruptura, de olvido, de desamor pero también son parte de nuestra esencia. Las personas somos mentirosas por naturaleza aunque en la mayoría de ocasiones, al ser tan pequeñas, no les damos importancia, creemos que no nos roban un gramo de virtud. En Las buenas intenciones de Amity Gaige, podemos ver como una mentira infantil, minúscula, acaba por condicionar toda una vida, privando de cualquier tipo de felicidad, por mínima que sea.

Eric era un hombre casado y padre de una niña adorable e increíblemente lista, Meadow. La novela da comienzo en el momento en el que su esposa y él se separan (en contra de su voluntad) y empiezan los problemas por la custodia de la niña. Eric no es un padre corriente aunque eso no lo convierte necesariamente en mal padre. Lucha por poder ver a su hija, primero con buenas palabras y luego con acciones legales, pero cuando su ex-mujer decide poner límites a las visitas y éste prevé que, irremediablemente, le van a separar de Meadow, comete, sin quererlo del todo, una locura: emprende un viaje con la pequeña sin el permiso materno (lo que legalmente se entiende por 'secuestro'). 

Desde la perspectiva del protagonista tenemos acceso a todo el amor que profesa por su hija y que aún mantiene por su mujer. Analiza desde el corazón los hechos presentes y pasados y, aunque sabe que lo que está haciendo no es correcto y que es temporal, llegados a un punto de no retorno, su única prioridad es permanecer junto a Meadow todo el tiempo posible.

Por si fuera poco, Eric esconde un secreto desde la infancia que ha condicionado todas las relaciones personales que ha mantenido: tiene nacionalidad alemana y un apellido diferente al que siempre ha dicho tener. No es Eric Kennedy, sino Eric Schroder. Su padre y él viajaron desde Alemania hasta EUA cuando Eric era muy pequeño en busca de una vida libre. Al no ser aceptado por los chicos del barrio, decidió cambiar de apellido para registrarse en un campamento de verano y, es ahí, desde la inocencia, donde crea una pequeña bola de nieve que no parará de rodar hasta su madurez. 

La prosa de Gaige es magnífica y algunas expresiones son subrayables de necesidad, casi poesía. La novela es en realidad una carta a Laura, su esposa, después de todo lo sucedido: se trata de todo un acierto por parte de Gaige. Estamos ante una novela que combina emoción y razón con un equilibrio fantástico. Sabemos que las decisiones de Eric son incorrectas, incluso peligrosas, pero el acceso directo que tenemos a sus pensamientos más íntimos nos hace comprenderle, quizás, demasiado.

Traducción para Empúries de Marta Pera.
Traducción para Salamandra de Sonia Tapia Sánchez.



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