miércoles, 25 de marzo de 2015

‪#El Principito‬ (1943) de Antoine de Saint-Exupéry


Este post, a diferencia de los otros, no pretende analizar el libro en cuestión. No creo que pueda decir nada nuevo sobre este clásico universal. Solamente quiero recordarlo para que algún perdido lo recuerde conmigo y lo vuelva a leer, o lo lea por primera vez si es que nunca lo ha hecho.
El Principito (1943)

El Principito debería llevarse en el bolso como se lleva una aspirina de emergencia. En cualquier momento el corazón puede necesitar de sentido común en un mundo que se cree serio y coherente. Ser adulto está sobrevalorado. De hecho no conozco a ningún humano feliz que sea enteramente adulto. Aquél que reniega de su inocencia está destinado a la amargura.
Dicho así parece algo sencillo pero al crecer las responsabilidades aumentan, las risas injustificadas disminuyen y pensar por uno mismo resulta realmente difícil cuando nos sentimos juzgados en todo momento. Aparentar, aparentar y aparentar. Una pregunta curiosa siempre está considerada ‘fuera de lugar’. ¿Qué quiere decir eso? ¿Fuera de qué lugar?
El caso es que El Principito puede servir de brújula para recuperar el norte que perdemos en nuestro día a día; entre horarios, oficinas, obligaciones, observaciones lógicas… No debería faltar en tu botiquín emocional (por muy cursi que suene). Unas gotas de ‘principito’ al mes, o incluso al año, nos pueden hacer mucho bien.
“Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.”
Uno se expone a llorar un poco, si se ha dejado domesticar…”

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