lunes, 2 de marzo de 2015

Relatos salvajes (2014)

Dicen que vivimos en la civilización y, aunque a veces nos lo creamos, nuestra parte primitiva no morirá nunca. He tenido docenas de discusiones sobre esto y por fin (¡por fin!) ha llegado la película que corrobora mis teorías: no necesitamos una situación extrema para que la bestia que llevamos dentro se libere, basta con que algo desconocido en nuestro interior haga ‘click’ para que despierte y arrasemos como lo haría un perro rabioso.
Podemos leer, cultivar la mente, meditar, filosofar, expresar nuestros sentimientos más profundos mediante la poesía, usar el diálogo para solucionar conflictos… todo eso está bien y es evidente que nuestro intelecto nos diferencia de los animales más primarios pero me niego a negar que gran parte de lo que nos define es el instinto, la rabia, la impotencia, el odio, el impulso sexual, el rencor, el hambre, el miedo…  Un grito dice mucho más de nosotros que un discurso, un llanto ahogado, también.
En Relatos salvajes se nos presentan diferentes historias en las que esa parte irracional sale a la luz y destierra el intelecto. Con actores maravillosos y tramas tan increíbles como verosímiles, es fácil creer que cada uno de nosotros sería capaz de un acto extremo guiado por su yo más profundo, aquel que sólo sale de noche y nos permite clasificar a los dementes. Estas historias están protagonizadas por personas perfectamente normales que sienten ese ‘click’ del que hablábamos unos líneas arriba y desencadenan un huracán de sentimientos.
Personalmente, y esto ya no tiene que ver con el film, no me he querido casar jamás (de hecho no tendría con quién), pero si alguien me promete (a ser posible un hombre) una boda como la de la película, estoy dispuesta a pensármelo. Ahí lo dejo, ¿alguien se apunta?

No hay comentarios:

Publicar un comentario