miércoles, 25 de marzo de 2015

'Niños en el tiempo' de Ricardo Menéndez Salmón


Decir que ‘Niños en el tiempo’ es una joya, sería una declaración demasiado insustancial. La cantidad de sentimientos y sensaciones que me sobrecogieron al leer esta novela fueron de tal intensidad que no puedo resumirla en un sustantivo, en un adjetivo.
‘Niños en el tiempo’ se divide en tres partes que se unen al final inesperadamente. En la primera, ‘La herida’, el dolor nos inunda aunque, sorprendentemente, nos obliga a seguir leyendo. Un matrimonio pierde a un hijo y Menéndez Salmón relata la agonía que supone intentar sobrevivir a ello, como padre y como esposo. Desgarrador.
“Es humano, demasiado humano, tener que seguir adelante cuando todo pronostica que la posteridad, el porvenir, el mañana, son lanzas clavadas en el costado de la cordura.”
‘La cicatriz’, segunda parte del libro, nos habla de la niñez de Jesucristo. El autor proporciona a ese símbolo, a esa figura omnipresente en la cultura occidental, unos primeros pasos maravillosamente humanos. Gracias a ello nos cuestionamos, junto con el narrador, asuntos que, pese a ser evidentes, habían pasado inadvertidos ante nuestros ojos por la fuerza de Jesús como símbolo.
“¿Perpetró la misma ruta que los demás niños, cumplió el viaje infinito al linaje de cuerpos del que los mortales proceden? Niños de niños de niños.”
Con ‘La piel’, que cierra ‘Niños en el tiempo’, nos encontramos con una mujer que decide huir a Creta por un tiempo al descubrir que está embarazada sin saber quién es el padre con certeza. Esa pequeña estancia y, sobre todo, su encuentro con un exiliado de la vida, cambiará su percepción de la existencia para siempre y dejará al lector con la boca abierto. Es quizás esta parte la que incluye los fragmentos más preciosos:
“Bastaba saber que las estrellas estaban allí, sobre sus cabezas, y que ningún hombre podría reclamarlas como suyas, ya que en realidad pertenecían a todos por igual.”
Merece mucho mucho mucho la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario